Diana Navarro

21 de junio de 2020

Roto


No era yo quien lloraba
era mi corazón dejándote ir.

Tumbado en el piso
lo acompañó mi cuerpo también.

Todos mis sentidos
mis fuerzas, mi fe y mi voz.

Dispuestos junto a él
y su dolor.

Dolor como el que deja la muerte:
asfixiante, paralizante, desgarrador.

Adentro todo roto
la vida vendrá después.

20 de mayo de 2020

Errantes

Los cuerpos que se tocan no siempre se quieren.
Se rozan al aire
y explotan el placer
en el pico de la adrenalina
y en el sudor de la piel.
Piel que no les pertenece 
que solo se presta para juguetear sobre cualquier cama
de la que no doblan juntos las sábanas
o a la que nadie lleva el café en las mañanas.
Esos cuerpos están en todos lados
y está bien
porque se prefieren desechables 
saciados y errantes.
Se reconocen porque donde palpitan
no es en el pecho 
ni en las entrañas.
Se juntan y no se incendian
se besan y no se saben
se desnudan y no se sienten;
al corazón no solo se llega por los labios
al alma no se le engaña con el tacto.

16 de mayo de 2020

Mujer florero


















Hay una mujer por ahí 
que tiene nombre
pero no identidad 
ni motivo.
No es una roca porque camina
pero no va a ninguna lado.

Mujer florero
que adorna bien donde se pare;
pero no nació para eso.
Ella está para ser el agua
la misma flor
y sus partes. 

Pero la hierba le hizo creer que su lugar está en el pantano
que el azúcar sabe igual que la miel
y que esconderse los pétalos es mejor que regarlos.
Así que, cuán adorno
le regala su color a los ciegos
sin abono nutritivo para aportarle. 

16 de abril de 2020

Domingo


Es domingo en la mañana.
Abro los ojos y estás a mi lado.
Hoy viste la última estrella que se demoraba en partir
y aun así, recién despertada
dirigiste una sonrisa para mí.
Como si el amanecer de mis ojos fuera tan hermoso
como el que está crudo la ventana.

Me incorporo
despeinada
sedienta y sin potencia
te digo que también te amo.
Aunque no lo hayas dicho con palabras
se lee en tus labios;
así que me acero a ellos para corroborarlo.

No hay más que ese momento
de domingo recién estrenado.
Estoy en mi hogar
y no me refiero a las paredes que me cubre por los lados
sino al regazo seguro de tus brazos.
Donde crezco, sueño, me alimento y me aprendo.

Afuera los carros
el que vende pan
los perros paseando y la gente en la iglesia.
Ninguno de esos tiene el tesoro que yo tengo.
Y lo sabes.
No solo porque es domingo y tengo más tiempo para demostrarlo.
Eres mi semana, mi mes, mi año;
pero hoy estamos aquí
en domingo por la mañana
a la merced de los primeros rayos de sol sobre nuestra cama.

¡Qué bonita palabra!
<<Nuestra>>
El pronombre en primera persona del singular de los posesivos.
Dice, sin tanto tecnicismo
que lo que tú y yo compartimos
se hecho uno solo, la misma cosa.
Para que estemos así
esta mañana de domingo.

Aguaribay


Bajo aguaribay bailas
descalza, sin miedo y sin prisa.
Manos al viento
y cadenas sincronizadas al tararear.
<<¡Viva la vida!>>
imagino que dices
mientras me invitas a moverme al compás.
Prefiero cantar
para ti y para el vaivén que me muestras.
Así te contemplo y aporto a tu andar.
Un, dos, tres
arriba y abajo
y el mundo mejoró al sentir tus pies en el pasto.
Porque eres más humana.
Porque eres plena.
Porque bailas sin que nadie te lo pida pero lo compartes.
Porque es conmigo aunque no por mí.
Porque no te poseo; ni a ti ni a tu baile.
Y sin embargo me lo entregas orgullosa de tus pasos
y respiro del aire que desplazas con los brazos.
Eso basta.
Eso es más de lo que la crudeza de la vida ofrece.
Eso es más que suficiente.
El amor libre
y las manos agitadas.

13 de abril de 2020

Tumba

En el cementerio de mi cama.
Muerto el sueño.
Muerta la Luna.
Muerta la noche.

Muerto el abrazo.
Muerto el orgasmo.
Muerto el rastro.
Muerto el porvenir.

Muerto el reposo.
Muerta la sábana.
Muerto el arrullo.
Muerta la almohada.

Vivo tu recuerdo
y el anhelo
de lo que fuimos ahí.
A la tumba no le he puesto nombre. 

11 de abril de 2020

Testamento


Adiós.
Te dejo algunas cosas.
Creía que servían
hasta hoy.
Las dejo porque te pertenecían
aunque ya no las quieras;
si ni a ti ni a mí nos son de utilidad
déjalas irse, apagarse, envejecer
y que mueran.

La primera de ellas, una carta
con mucha tinta pero ya sin significado.
Déjala guardada
porque sus palabras, aunque con remitente, ya no tienen destinatario.
No les abras el sobre
que de pronto me alcanza mi pasado.

La segunda, una canción
ya repetida, desafinada y sin voz;
por dedicarse a oídos sordos ya no sonó.
Y aún así dice muchas cosas (te amo, te extraño, vuelve, aquí estoy)
ninguna tiene ni eco
ni valor.

La tercera es una flor
del color que tú quieras.
Cosa de nada, en tres días se seca y no vuelve a retoñar.
Corta su raíz
tómala de los pétalos
déjala fuera del agua y ponla al sol.

La siguiente, es mi voz
para que finalmente mi garganta ya no pueda mencionar tu nombre
ni gritar de dolor.
Quiébrala más
apaga su color
y vuélvela viento que no estorba.

Y en lugar último, el corazón
el que menos ha importado.
Así que da igual dónde lo pongas
lo dejo para asegurarme que no te llevo en las venas
ni en el pecho
a dónde sea que ahora voy.

Que no te falte la risa
ni el amor
venga de donde venga.
Es el testamento
-el peor de la historia-.
Se acabó.

8 de abril de 2020

Los otros cuerpos

Cuando me callo, me miro
aun sin espejos
aun en lo oscuro.
Mis ojos se van para adentro cuando estoy solo conmigo;
invisible es como existo.

Sin el otro
y sin su sucio rastro
que al hablarme contamina lo que llevo
y que con astuta lengua señala
hasta la forma en que camino.

No soy mi nombre
ni mi edad, ni mi nacionalidad.
No definas lo que ni siquiera eres capaz de imaginar.
Entre los otros cuerpos, los otros ojos, las otras caras,
soy los latidos en mi pecho y mis manos al actuar.

5 de octubre de 2019

Pasado

La eternidad se guarda en un instante,
por ejemplo, ese, donde recuerdo cuánto te quise,
tu perfume y el timbre de tu voz.
O ese otro donde reíamos,
o cuando la voz no nos alcanzaba para gritarnos el amor.
Se guarda donde menos lo esperamos,
donde no lo buscamos y se sale
a caminar por las calles que alguna vez pisamos
o se instala en el compás de una canción.
En una estrella o en los rayos del Sol.
En las alas de las aves que vuelan tan alto
como alguna vez soñamos.
Llega sin preguntar y sin presentarse,
sin darte tiempo de reaccionar o adelantarte,
se instala como calambre en el estómago y sube al corazón.
Lo siento a veces, luego de tener un largo día y llegar a mi sillón,
se me viene de golpe...
¿Será que en todo mi cuerpo se me quedó pausado el amor?
Por eso, aunque el calendario corra y los segundos pisen los talones,
el pasado no siempre ya pasó.


10 de agosto de 2019

Milagro


Tú no eres como los demás, como el resto del mundo, eres como tú.
Con las alas extendidas, con el corazón enorme y los ojos en todos lados, viendo con ellos las cosas que los míos no pueden. Viniste de algún planeta -todavía no descubro qué tan lejano- y trajiste desde allá la paz y la magia que ni siquiera había imaginado.
Y contigo todas las estrellas se apagaron, porque tu brillo las deslumbraba, y todo resplandor se volvió opaco. Todo se convirtió en rosado cuando tus manos lo tocaron, nada se quedó a blanco y negro. Los demonios se volvieron cristianos y los muros ahora son puentes desde que tú pasaste a su lado. Eres verdad y valentía.
Toda desdicha está en tregua, los sabores ya no son amargos ni salados. Porque de tu voz obtengo lo dulce, lo bueno, lo suave, pues en tus palabras se edifican los sonidos. Y es que de tu voz sale solo melodía, melodía que contemplo con cada poro de mi cuerpo embelesado.
Así, me enseñas las cosas que yo no sé, y me respondes las preguntes que nunca me había preguntado. Porque antes no estabas, porque no te había encontrado. Por eso, ahora es todo bendición en tu nombre; eres de carne y hueso pero eres también milagro. Esos, en los que yo no creía, de los que nada esperaba pero que contigo en puñados llegaron. 



Ilustración: Soledad Voulgaris